miércoles, 31 de julio de 2019

Aprender, sí. Pero ¿cómo? (Philippe Meirieu)

Nuestra última propuesta de lectura pedagógica de este curso es Aprender, sí. Pero ¿cómo? de Philippe Meirieu. La obra se estructura en dos partes, una primera dedicada a "pensar el aprendizaje", y la segunda a la "gestión" del mismo. Además de reflexionar sobre el acto de aprender, el autor propone ideas y estrategias que podemos aplicar en nuestra aula.

PENSAR EL APRENDIZAJE

Meirieu comienza con toda una declaración de intenciones. "Conócete a ti mismo." Cuántas veces hemos oído esta frase en un aula, cuántas veces se la han dicho a nuestros alumnos. Y no solo eso, sino que, además, con el argumento (o la excusa, matiza el autor) de respetar su libertad para buscar su propio camino no se les proporcionan las herramientas necesarias para resolver los problemas que se les plantean. Sin los recursos necesarios les privamos de los medios para poder desarrollarse, y les condenamos a la ignorancia, a la dependencia.

Para evitar este oximorón, libertad que condena, Meirieu destaca como función principal del docente la de asumir la transmisión de estas herramientas contenidas en la cultura elaborada a lo largo de la historia. El acto de transmisión se convierte así en el eje central de la cuestión, y pone en común un proyecto de enseñanza (un sujeto que quiere enseñar) y un proyecto de aprendizaje (un sujeto que quiere aprender). Sobre esta frágil coincidencia, que no siempre será total, se podrá empezar a construir un proyecto común, siempre y cuando encontremos un punto de apoyo, un soporte, y situar ahí ese deseo de aprender, que una veces surgirá en y por la escuela, y otras, sorprendentemente,  nada tendrá que ver con ella.

Sostiene que el docente no solo debe tener un conocimiento profundo de los contenidos que trata de transmitir (condición imprescindible), sino que debe investigar qué aspectos debe tener en cuenta en sus alumnos, especialmente cómo acceden a los conocimientos, así como explorar esa conexión entre los dos proyectos, el de enseñar y el de aprender.

¿Qué es aprender? Para Meirieu "la acción didáctica consiste en organizar la interacción entre un conjunto de documentos y objetos y una tarea a realizar". El aprendizaje se produce cuando esta interacción es "accesible y generadora de sentido" para el alumno.

Destaca que la relación entre las informaciones que el alumno recibe del entorno y el proyecto comienza fuera de la escuela, por lo que llega con una serie de conocimientos previos no formales. No podemos ignorar su importancia y sobreponer sin más una capa de "contenidos escolares" sobre ellos, pues en cuanto desaparezca la situación escolar que los ha incorporado desparecerá también esa fina capa. Debemos trabajar esas representaciones y hacerlas surgir.

"Un sujeto no pasa de este modo de la ignorancia al saber, va de una representación a otra más elaborada que tiene un poder explicativo más amplio y le permite poner en práctica un proyecto más ambicioso, el cual contribuye a estructurarla. Y cada representación es, al mismo tiempo, un progreso y un obstáculo; cuanto mayor es el obstáculo, más decisivo es el progreso y en consecuencia, el sujeto quedará más vinculado a ella."

Y el quid de la cuestión reside para el autor, en el obstáculo, en el conflicto cognitivo que permite la reelaboración de las antiguas representaciones para construir nuevos conocimientos, porque éstos no se construyen sobre la ignorancia. Ese conflicto es el que hará progresar al alumno, haciendo suya la contradicción entre ambos, interiorizándola. Se parte de una tarea compleja, pero debe ser una "complejidad movilizadora", "...que se articule a nivel de los recursos y de los proyectos del sujeto, que los inserte en una situación finalizada que tenga un significado escolar y/o social...". A esta situación de complejidad la llama Meirieu situación-problema y la define como "una situación didáctica en la cual se le propone al sujeto una tarea que no puede llevar a buen término sin llevar a cabo un aprendizaje preciso." Aprendizaje que solo se produce si se supera el obstáculo que supone la tarea, accesible pero difícil al mismo tiempo.

Este planteamiento para trabajar a partir de situaciones-problema es muy interesante en Formación Profesional, ya que uno de sus objetivos fundamentales es que el alumnado resuelva problemas reales de su especialidad con los que se va encontrar al incorporarse al mundo laboral. Permitiría, asimismo, plantear tareas intermodulares, que incumben a varias disciplinas, tal y como ocurre en la vida real.

GESTIONAR EL APRENDIZAJE

En la segunda parte el autor reflexiona sobre el triángulo sujeto-saber-formador. En esta relación pedagógica es necesaria una enseñanza sistemática que acerque al sujeto a los "objetos culturales" que pretendemos enseñarle, que los haga deseables. Insiste en que los jóvenes no se interesarán por aquellos temas que no conocen y con los que no han tenido ningún contacto. "No podemos desear lo que ignoramos". "Lo obligatorio es aquí la garantía del ejercicio de la libertad, la enseñanza sistemática es la condición de elecciones razonadas."

Por todo ello, hablar de motivación sin hablar de saberes es tratar de empezar la casa por el tejado. ¿Cómo va a estar un  alumno motivado por algo que no conoce?

¿En qué consiste el camino didáctico? En el proceso de aprendizaje no basta con enumerar unos objetivos didácticos, sino que se requiere el diseño de un proceso que defina las operaciones mentales a realizar, por un lado, y que estructure las situaciones-problema, por otro. Distingue cuatro grandes tipos de operaciones mentales que deberíamos trabajar en un aula:
- Deducir, cuando tratamos de inferir una consecuencia de un hecho o de una ley.
- Inducir, es decir, combinar elementos para construir una hipótesis.
- Dialectizar, confrontar diversos conceptos, hacer surgir contradicciones, etc.
- Pensamiento creativo, asociado a la divergencia, que permita elaborar nuevas explicaciones o soluciones originales y nuevas.

Con esta propuesta, aporta un esquema para elaborar una secuencia didáctica. Así, afirma, podremos concebir dispositivos didácticos que respondan a objetivos concretos, con un procedimientos establecido para conseguir un aprendizaje identificado. Es decir, seguiremos un método.

Reflexiona también sobre las estrategias de aprendizaje, porque debemos "interrogarnos acerca de la manera particular de cada alumno de apropiarse de los saberes." ¡Pero cuidado! Ninguna estrategia de aprendizaje es socialmente neutra, por lo que deberemos tener en cuenta el perfil sociocultural de nuestro alumnado para facilitarle estrategias variadas y adecuadas para ellos.

Por último, es especialmente interesante la incorporación esquemas a modo de guías al final de cada capítulo, proporcionando un enfoque práctico de lo abordado en el mismo.

Y con esta entrada, nos despedimos hasta el próximo curso. ¡Feliz verano!

Daniela Gimeno
Profesora de Formación y Orientación Laboral.

domingo, 28 de abril de 2019

Aprendizaje e interacciones en el aula

¿Qué prácticas educativas con evidencias científicas tenemos a nuestro alcance para mejorar el aprendizaje y el crecimiento cognitivo, social y emocional de nuestros alumnos?

Como respuesta a esta pregunta tenemos en esta ocasión una nueva reseña del libro "Aprendizaje e interacciones en el aula" donde Neil Mercer, Linda Hargreaves y Rocío García Carrión nos facilitan métodos de trabajo en el aula, basados en investigaciones científicas, donde el habla y el diálogo son claves para maximizar ese aprendizaje que todos buscamos como docentes.

Cada uno de sus tres autores nos muestra en diferentes capítulos los resultados de sus investigaciones donde el habla, la interacción y el diálogo son claves para crear aprendizaje y promover el conocimiento. Un libro que es una buena muestra de que una educación basada en evidencias es transformadora y que nos incita a dejar de actuar en base a las modas educativas del momento o a una supuesta mejora basada únicamente en el uso de determinadas herramientas.

Neil Mercer, en el primer capítulo, nos hace reflexionar sobre el tipo de conversación que, como docentes, tenemos en el aula con nuestros alumnos; qué tipo de preguntas hacemos y cómo desarrollamos el razonamiento de sus respuestas. El autor sostiene que la mejora de las interacciones entre el profesorado y los alumnos ayudan a su desarrollo personal y razonamiento. Mercer también incide en la importancia de enseñar a los alumnos a pensar de forma colectiva, de modo que sepan "explicar, razonar, persuadir o escuchar cuidadosamente a otras personas" para que el trabajo en grupo se realmente eficaz; potenciar el habla exploratoria de modo que los alumnos sean capaces de compartir la información, razonar y alcanzar acuerdos en los grupos de trabajo.
Un habla exploratoria que, como el propio autor indica, será imprescindible en sus empleos futuros donde los deberán trabajar de un modo eficaz en equipo, escuchando a los clientes, siendo creativos en grupo o tomando buenas decisiones. Y, en este punto, los profesores podemos ser un buen modelo, según hablamos a nuestros alumnos, de modo que adquieran una habilidad para toda la vida.

Linda Hargreaves, en un segundo capítulo, demuestra -algo de sobra conocido- que los profesores monopolizamos la conversación en el aula y damos pocas oportunidades a los alumnos para que hablen. A través de dos proyectos Hargreaves busca romper este desequilibrio fomentando la interacción en el aula a través de un diálogo donde los alumnos entren a discutir y debatir en pequeños grupos de trabajo. Al igual que Mercer, la autora confiere al docente un papel de apoyo a esta interacción grupal, ofreciendo unas normas básicas de trabajo en grupo que fomenten el diálogo en lugar de las clases tradicionales donde difícilmente podemos escuchar a todos los alumnos o permitir que aprendan los unos de los otros.


Rocío García Carrión nos muestra en el tercer capítulo la experiencia de las Tertulias Literarias Dialógicas como actuación que ayuda a que todos los alumnos interactúen socialmente. Una interacción que multiplica el aprendizaje gracias a la interpretación colectiva de una lectura donde se mezclan las ideas, las reflexiones y los comentarios. Unas tertulias que requieren, eso sí, de unas condiciones para que las interacciones provoquen ese diálogo constructivo deseado. Se precisan un diálogo igualitario; que supongan un reto cognitivo (lecturas de clásicos universales); que todos tengan la oportunidad de aportar; y que tengan sentido para los participantes.
Estas tertulias son otro ejemplo, en este caso a través de grupos grandes, de un modelo de relación dialógica con el alumnado donde el docente no monopoliza la conversación, "promueven un clima inclusivo, donde el conocimiento del alumnado se incorpora a través de su participación igualitaria en el diálogo". Como la autora afirma, con este modelo de tertulias dialógicas se mejoran no solo los aprendizajes académicos sino se promueve también un desarrollo de las emociones (solidaridad, valores, sentimientos).

Definitivamente, en mi opinión, con este tipo de actuaciones se pueden superar carencias que, desafortunadamente, son muy abundantes en jóvenes y adultos. Los que provenimos de esa educación monológica hemos tenido pocas oportunidades de desarrollar este tipo de interacciones fundamentales en nuestra vida profesional y personal; mucho más vitales que otras competencias o habilidades que pueden lograrse de un modo autodidacta. 

Óscar Boluda Ivars
Profesor de Formación Profesional

sábado, 12 de enero de 2019

Carta a un joven profesor. Por qué enseñar hoy (Philippe Meirieu)

Iniciamos esta aventura, no sin cierto atrevimiento, pues nuestros conocimientos sobre pedagogía provienen tan solo de nuestro hábito y pasión por la lectura, del interés por conocer y aprender los fundamentos pedagógicos de nuestra profesión, y del compromiso ineludible con la mejora de nuestra labor en el aula. 

Para este viaje iniciático hemos escogido a Philippe Meirieu. Profesor de Ciencias de la Educación en la Universidad Lumière-Lyon 2, ha ejercido la docencia tanto en la escuela primaria como en secundaria, llegando incluso a solicitar destino en un centro de los suburbios de Lyon para conocer así la realidad de un centro educativo conflictivo. Investigador y autor de diversas obras sobre pedagogía, destaca, entre otras, Carta a un joven profesor, dirigida a docentes que se inician en esta profesión, pero también a aquellos otros que todavía sienten "el deseo de transmitir y la pasión de enseñar". 

Escrito a modo de carta, el libro está dividido en siete capítulos que analizaremos uno a uno para considerar sus aportaciones a la Formación Profesional.

"Detrás de la petición de recetas, hay una interrogación sobre el cara a cara pedagógico".

1. Entre el amor a los alumnos y el amor al saber, no tenemos por qué elegir.

Solemos distinguir entre el maestro, que debe enseñar todas las asignaturas o materias, y el profesor de secundaria, especializado en una sola. Defiende Meirieu que tanto en uno como en otro nivel los contenidos deben ser rigurosos por lo que se requiere conocimientos profundos acerca de lo que se enseña. Afirma que no es más fácil enseñar a leer a un niño de primaria que enseñar el teorema de Pitágoras en secundaria. Pero el dominio de los contenidos no da automáticamente las claves para su transmisión, por lo que a unos contenidos exigentes debe sumarse la competencia pedagógica del docente.
Todo aprendizaje requiere compromiso y esfuerzo por parte del alumno, la aceptación de un riesgo que nadie puede asumir en su lugar, pero que el docente debe acompañar. Los alumnos no "asimilan naturalmente" y por sí solos los saberes que les presentamos. Para superar los obstáculos que se les presentan "necesitan puntos de referencia estables que solamente puede proporcionar un profesional de la enseñanza".
"Ser profesor es asumir siempre a la vez la presentación del saber y el seguimiento de su asimilación".

2. Enseñamos para que los demás vivan la alegría de nuestros propios descubrimientos.

Todo profesor en sus inicios sueña en convertir su clase en una "fiesta del saber" con alumnos motivados y dispuestos a aventurarse por los caminos de la inteligencia y la cultura. Pero la realidad del aula nos da la primera bofetada, ya que "la fiesta está en otra parte" como dice Meirieu. Porque para muchos de nuestros alumnos, reconozcámoslo, la fiesta se produce, precisamente, fuera de la escuela. Todos hemos tenido un maestro o profesor que nos ha marcado como nos confesaba Camus, que nos ha servido de guía y modelo, y nos sonroja reconocer que desearíamos ser como él para nuestros alumnos. Pronto nos damos cuenta de que las ensoñaciones a las que nos abandonábamos sobre nuestro oficio no eran más que una quimera.
Primero nos asalta el desánimo, pues la confrontación entre expectativas y realidad se nos muestra de la manera más cruda, sin previo aviso. Nos quedamos descolocados.  Posteriormente nos invade la ira al reconocernos incapaces de asumir todas las tareas burocráticas que nos impone la Administración, y pronto nos damos cuenta de que lo esencial no está a nuestro alcance, sino en la reducción de ratios, en políticas educativas contra la desigualdad, en la inversión de mayores recursos, etc. Y, al mismo tiempo, tenemos la percepción de que se nos imponen, desde fuera, obligaciones que consideramos verdaderos obstáculos para realizar nuestra labor.
Toda persona con responsabilidades políticas en materia educativa debería mantener un contacto directo con la realidad que se vive en las aulas, con sus profesores y con sus alumnos.
"Para que nadie olvide de dónde emana y dónde puede regenerarse el proyecto de enseñar".

3. Nuestro proyecto de transmisión no puede conciliarse con las presiones sociales que sufre la escuela.

En este capítulo el autor se pregunta cómo no dejar a nadie al margen de la escuela. ¿Cómo podríamos democratizar el acto pedagógico, hacerlo accesible a todos sin trivializarlo? No reduciendo la transmisión del saber a las élites y utilizando la escuela para tratar de eliminar las desigualdades económicas, sociales y familiares. En definitiva, se trata de llevar a cabo un proyecto ineludible, construir una verdadera democracia, proporcionando al alumno los saberes necesarios para comprender el mundo y ubicarse en él.
Pero esta demanda social ha dado lugar a un repertorio de reformas educativas discutibles en la forma y en el fondo. "La democratización de la enseñanza se ha convertido en un asunto de Estado" y el gobierno de turno ha terminado por olvidar de nuevo lo esencial, perdiendo de vista el cara a cara pedagógico.
Y es que, como dice Meirieu, "hemos terminado por confundir el acto pedagógico con sus representaciones institucionales, a nuestro parecer más prestigiosas". No han convencido de "que el saber era espectacular o no existía", olvidando lo más importante, el trabajo individualizado con el alumno y su seguimiento. Volver a poner el foco de atención en el proyecto de enseñar y en el acto de aprender, en el acto de transmisión. Según el autor hemos cometido un error, "hemos organizado la pedagogía cuando deberíamos haber <pedagogizado la organización>". 
"Abandonar nuestra fascinación por lo espectacular y trabajar lo más cerca del alumno y del saber".

4. Queremos ser eficaces de verdad pero no a cualquier precio.

"Enseñar es organizar situaciones de aprendizaje eficaces". Los docentes deben conocer cómo aprende el alumno, qué operaciones mentales permiten que asimile los contenidos de manera eficaz. Y por lo tanto, preguntarse qué contenidos quiere transmitir, qué actividades va a plantear, qué dispositivos didácticos va a utilizar, qué acción debe realizar el alumno para acceder a los contenidos, etc. Debemos proponer actividades accesibles pero difíciles, en las que el trabajo del alumno requiera un esfuerzo real que le permita superar el obstáculo que se le plantea.
Pero Meirieu recuerda también "los peligros de la eficacia didáctica a cualquier precio" característica de algunos sistemas educativos, con exigencias de resultados y ritmos escolares durísimos, en los que los alumnos viven sometidos a una presión extrema.
Cuestiona también la necesidad de someter la actividad docente a la obligación de resultados, de forma análoga a lo que ocurre en el sistema productivo. "La escuela no es una empresa" y, si bien no deberíamos negarnos a evaluar nuestro trabajo, no podemos aceptar criterios desde fuera, porque éstos nunca son inocentes. Aceptar los criterios que impone la economía de mercado sería aceptar que la evaluación de un alumno, su nota, es un "sueldo por la labor realizada", y esto sería pervertir todo el sistema y los objetivos de la educación misma.
"Es inútil estigmatizar los derroteros liberales del sistema si no luchamos contra toda forma de exclusión y relegación,.. Una escuela justa (cita a François Dubet) no puede añadir la humillación al fracaso." 

5. En el centro de nuestra profesión: la exigencia.

¿Existe un verdadero dilema entre la motivación y el trabajo? ¿Un alumno tiene que estar motivado para trabajar, o es en el propio trabajo donde surge la motivación? Para el autor este es un falso dilema, porque una parte importante de nuestra labor es precisamente "hacer surgir la motivación en el propio movimiento al trabajo." Un alumno solo renunciará a su propio placer si lo encuentra en otra cosa, por lo que hay que acompañar al alumno "para que, progresivamente, halle placer en el trabajo asumido" y en el descubrimiento de nuevos saberes. En este sentido, es difícil que un alumno sienta interés por contenidos culturales que no conoce y que su entorno no le ofrece, por lo que debemos tratar de ensanchar esos horizontes culturales iniciales con los que llegan a nuestras aulas. Motivarlos para aprender aquello que no conocen, y cuyo interés solo surgirá cuando se aventuren de lleno en el proceso. Si esperamos que se motiven desde el principio, salvo excepciones, quizás estamos esperando en vano.
Ningún conocimiento se construye si no hay exigencia, y esta afirmación es válida enseñemos lo que enseñemos. "La exigencia lo trasciende todo. Ser exigente consigo mismo y con los alumnos."
Esta exigencia se da tanto en las humanidades como en la cultura científica. Meirieu propone luchar contra la "jerarquía arbitraria" de las disciplinas de enseñanza, y militar por la igualdad de ambas incluyendo las disciplinas más técnicas.
"Quisiera que los profesores de asignaturas técnicas fueran reconocidos, del mismo modo que los de las prestigiosas disciplinas generales, como los auténticos intelectuales que son. Quisiera que dejáramos de olvidar a un tercio de los alumnos de instituto que se presentan actualmente a una selectividad profesional y que se les permitiera el acceso, como a otros, a la reflexión filosófica."

6. Una preocupación que no tiene por qué ruborizarnos: la disciplina en clase. 

¿Cuáles son las condiciones que deben darse en el aula para que se produzca la transmisión? Nos quejamos de que los alumnos dispersan su atención con mucha facilidad, pero no hacen otra cosa cosa, dice el autor, que reproducir lo que viven fuera de la escuela. Son los reyes del mando a distancia, tienen a su disposición infinidad de canales de TV, zapean continuamente e incluso echan un vistazo al móvil al mismo tiempo que ven su serie favorita y juegan a un videojuego. Al margen de la calidad de los programas de TV que consumen (que no es tema menos importante), se han convertido en "consumidores de imágenes" que manejan a su antojo fruto de sus caprichos más inmediatos. Alumnos que se sientan en clase como si estuvieran en el sofá de su casa, y que se quejan a la mínima si lo que les estás contando no <les entretiene>, como si nuestra tarea fundamental fuera eso, entretenerles.
"De este modo, el mando a distancia contribuye a desintegrar la atención. Hace trizas la percepción lineal, y alimenta la dispersión sistemática y la agitación permanente..."
No podemos competir con esto, pero sí debemos practicar la "resistencia deliberada". En nuestra aula debemos construir una verdadera disciplina escolar, un espacio libre de individualismo, de narcisismo y de mediocridad. Y según Meirieu lo conseguiremos con estos sencillos principios:

  • Preparar minuciosamente el trabajo que se va a realizar.
  • Estructurar el tiempo y tomarnos el tiempo necesario para organizar el espacio antes de que los alumnos lleguen al aula. se trata de crear una disposición del mobiliario que favorezca la actividad que queremos abordar. Y si hacemos partícipes a los alumnos de esta tarea, podemos llegar a construir <la disciplina> para que la valoren como requisito indispensable para el aprendizaje.
  • Explicar de forma precisa y con firmeza cuáles son las condiciones para el trabajo, estableciendo normas sencillas y claras.
  • Asignar tareas concretas a cada alumno, darle un lugar en el grupo de trabajo, y evitar así, que no teniendo tareas definidas, tenga la tentación de "ocupar todo el espacio".

"Es pues en la profundización de la disciplina que se enseña donde se encuentran los fundamentos de la disciplina que se hace respetar..."

7. Sea cual sea nuestro estatus, sean cuales sean nuestras disciplinas de enseñanza, todos somos "profesores de escuela".

Meirieu define la escuela como un proyecto que aúna de forma inseparable la transmisión de conocimientos y la formación de los ciudadanos. Y así, en virtud de ello, la escuela se convierte en una "institución de encuentro con la alteridad". El niño o el adolescente descubre que su universo va más allá de su familia (necesaria para su desarrollo afectivo), para darse cuenta de que él no es el centro del mundo, una ruptura totalmente necesaria para poder crecer. Y al mismo tiempo, que hay otros como él, pero con otras opiniones, vivencias, culturas, intereses,etc... lo que le abrirá las puertas de un universo más amplio del que había conocido hasta ahora.
Defiende también la escuela como "institución de búsqueda de la verdad". En la escuela se produce la primera confrontación entre nuestras opiniones y deseos con la verdad, aprendemos a conocer las cosas con rigor, a diferenciar entre "el saber y el creer".
"La escuela enseña de qué modo la búsqueda de la verdad forja el respeto mutuo y permite escapar de la hegemonía de las relaciones de fuerza."
Y, finalmente, la escuela como institución de una sociedad democrática donde se aprende a asumir el bien común a pesar de los intereses propios, a despojarse del individualismo que todo lo impregna bajo el paraguas del discurso liberal que nada cuestiona acerca de lo que pasa a nuestro alrededor. Esto aleja cada vez más a nuestros alumnos de la posibilidad de adquirir los conocimientos y herramientas para pensar por sí mismos. Discursos simplistas inundan las redes sociales y programas de TV dirigidos a jóvenes, que convierten en modelos a imitar a youtubers, más influyentes que escritores o filósofos, etc. "La libertad de pensamiento no es ningún lujo" dice Meirieu, "la escuela debe garantizar a todos la posibilidad de escapar de cualquier forma de dominio para poder pensar por sí mismos". Así, una cuestión pedagógica esencial  es "asociar, en el mismo acto de transmisión, instrucción rigurosa y aprendizaje de la libertad de pensamiento". No puede haber pensamiento crítico sin conocimientos profundos que sustenten nuestros argumentos y, en este sentido, el autor los considera inseparables. No se da el uno sin el otro.
Al mismo tiempo, se reconoce desencantado con los sistemas democráticos actuales. La auténtica democracia, para él, sigue siendo una utopía. Pero no podemos abandonarnos al pesimismo. Como docentes debemos resistirnos a este desaliento y trabajar para edificar una escuela cuyo proyecto común sea "hacer sociedad". Construyendo proyectos conjuntos en los que los adolescentes deban buscar soluciones comunes y consensuadas, asumir las opiniones de otros y sus diferencias, nos convertiremos en "acompañantes de libertades", tratando de alejarlos de los "profesionales del dominio", tales como gurús y nuevos predicadores digitales que los encorsetan en un discurso fácil y vacío.

Y de todo esto deberíamos estar hablando los docentes, reflexionando acerca de cuestiones pedagógicas esenciales y hacia dónde queremos ir como escuela, alejarnos de debates estériles que no aportan nada, y empezar a construir la escuela que queremos, desde dentro.

Me quedo con esta reflexión de Meirieu:
"La democracia debe ser para el profesor, la única utopía de referencia posible" 
Porque pese a todo, quiero seguir siendo optimista y creer que podemos acercarnos a esta utopía, sin perder el norte, porque ese norte está donde están nuestros alumnos. Trabajar por ellos y para ellos. Para todos ellos. 
"Nuestro trabajo consiste en convencer a nuestros alumnos, contra toda fatalidad, de que un futuro diferente es posible. Uno en el cual, gracias a que habrá conseguido aprender, podrá comprenderse mejor y comprender el mundo, y así asumir, prolongar y subvertir su propia historia."
Muchas cuestiones quedan abiertas para el debate, especialmente el papel de los poderes públicos y la obligación de los políticos de abrir una reflexión seria sobre la educación que queremos contando con la opinión de toda la comunidad educativa. Y nadie sabe mejor lo que ocurre en un aula que los que trabajamos en ella.

Daniela Gimeno
Profesora de Formación y Orientación Laboral

jueves, 20 de diciembre de 2018

FP + Pedagogía = Leer+

“La educación no es en modo alguno un conjunto de técnicas que se podrían poner al día por medio de experiencias apropiadas, como se hace, por ejemplo, con las técnicas agrícolas. Indudablemente, las técnicas significan mucho, y no conviene descuidar las didácticas particulares ni la pedagogía experimental. Pero, por encima de ellas, existe una búsqueda más difícil y más urgente: en qué consiste el fin y el espíritu de la educación. Esta búsqueda obliga al educador, al filósofo y al político, Y si no se consagra uno a ella desde luego, si no se la conserva siempre en el horizonte del pensamiento, el cuidado de las técnicas vale bien poco.”
(Los grandes pedagogos. Jean Château)

Dice Phillipe Meirieu que la Pedagogía reflexiona sobre las finalidades de la educación, sobre la naturaleza de los conocimientos que debe contribuir a transmitir y, también, sobre los métodos que debe utilizar.

Finalidad + conocimientos + método

Tres términos que actúan como ejes de nuestro quehacer diario como docentes.

FINALIDAD: ¿Para qué enseñamos?

Esta pregunta merece una reflexión profunda. La Formación Profesional se asocia habitualmente a una formación destinada, casi exclusivamente, a la incorporación del alumnado al mercado laboral. Sin embargo, es sistema educativo tanto como la ESO y el Bachillerato. Por lo tanto, ¿debe el sistema educativo en este nivel desarrollar únicamente competencias para la vida, o también enseñar otros saberes, tal y como se pregunta Perrenoud?
Es cierto que los contenidos vienen determinados por el currículo oficial, pero, en este sentido, ¿qué enfoque deberíamos darles desde los centros educativos?

Esto enlaza con la segunda pregunta, no menos importante:

CONOCIMIENTOS: ¿Qué contenidos enseñar?

FPEDAGOGIA
Entendemos que nuestra tarea principal es la trasmisión de conocimientos, pero ¿cuáles son imprescindibles en FP? ¿Debemos renunciar a algunos de ellos en favor del desarrollo de competencias? ¿Es este un falso dilema? ¿Cómo enseñar estos conocimientos? ¿Existen métodos mejores que otros?


MÉTODO ¿Cómo enseñar?

¿Cómo se produce el aprendizaje y qué instrumentos, dispositivos y procedimientos son los más adecuados para ello (si es que hay “alguno más adecuado”)? Aquí es la Didáctica la que toma la palabra para reflexionar sobre las metodologías que serían adecuadas para que tenga lugar ese aprendizaje.

No tenemos la respuesta a todas estas estas preguntas, e intuimos que no habrá respuestas absolutas.

Pero sí que tenemos clara una cosa:
Es necesario pararnos a reflexionar sobre todas estas cuestiones, no podemos hacerlo como kamikazes, pues los efectos de nuestras decisiones recaen sobre algo muy delicado y vulnerable, nuestros alumnos.
No podemos reflexionar ni construir argumentos sobre el vacío, fruto de la improvisación o de la intuición. Deberíamos detenernos y pensar hacia dónde queremos ir y cómo.

No somos los primeros que nos planteamos estas dudas, por supuesto. Los grandes pedagogos lo han hecho mucho antes, desde Platón, pasando por Luis Vives, Comenio, Pestalozzi, Freinet y muchos otros. Ellos han pensado, meditado, especulado y discutido sobre estas cuestiones. Por lo tanto, cualquier reflexión que aspire a tener algo de rigor debería necesariamente pasar por la lectura de las aportaciones realizadas por ellos.

Pensamos que los docentes deberíamos leer Pedagogía con mayúsculas. Y no solo leerla, sino considerar qué aportaciones puede realizar la pedagogía a nuestro trabajo de aula, en nuestro caso, como docentes de FP.

Y es esto último lo que nos ha llevado a aventurarnos en este proyecto de #FPedagogías.

¿Qué es #FPedagogías?

Un espacio de lecturas pedagógicas para FP, en el que trataremos de realizar nuestra humilde aportación a la reflexión pedagógica.

Periódicamente publicaremos en este blog una reseña sobre un libro seleccionado. A través de estas reseñas resaltaremos aquellos aspectos que nos parezcan más importantes para cualquier docente de Formación Profesional; tratando de animar a su lectura y a realizar comentarios sobre la misma, ya sea en este mismo blog o con vuestros compañeros de claustro.

Seleccionaremos libros que consideremos útiles para esa reflexión pedagógica a la que aludimos anteriormente, pensando en autores expertos en educación o pedagogos de interés para cualquier docente de FP.

Esperamos, en cualquier caso, fomentar esa lectura reflexiva que creemos indispensable para nuestro desarrollo profesional y como un modo de transformar nuestra práctica docente.



Meirieu, P. (2002). Aprender, sí. Pero ¿cómo?. Barcelona. Ediciones Octaedro.
Perrenoud, P. (2012). Cuando la escuela pretende preparar para la vida. ¿Desarrollar competencias o enseñar otros saberes?. Barcelona. Editorial Graó.

Fuente imagen: Emilie Cotterill